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Prólogo a la primera edición del Cardenal Antonio Quarracino (1990)

1. La Creación
2. La batalla de los ángeles
3. El pecado original
4. Caín y Abel
5. El Arca de Noé
6. La Torre de Babel
7. Historia de Abraham
8. Jacob y Esaú
9. José, primer ministro del Faraón
10. Moisés de Príncipe a Pastor
11. La salida de Egipto
12. Los Diez Mandamientos y Muerte de Moisés
13. La Tierra Prometida
14. David, el Rey Cantor
15. Salomón, el Rey Sabio
16. Los Profetas, Lenguaraces de Dios
17. Historias y Figuras de Israel
18. Daniel en Babilonia
19. Judas Macabeo, Caudillo Victorioso

20. Anuncio del Ángel y Visita a Isabel
21. En Nacimiento
22. Los Reyes Magos
23. La Huida a Egipto
24. El Niño perdido y hallado. Vida oculta
25. Jesús se prepara para la Vida pública
26. Milagros
27. Andanzas y enseñanazas
28. Parábolas y Comparancias
29. Entrada Triunfal en Jerusalén y Última Cena
30. La oración en el huerto y el juicio
31. Muerte de Jesús
32. Resurrección
33. La Ascención y Pentecostés


 
Historia Sagrada para Chicos Argentinos
Juan Luis Gallardo 
Editado por Vórtice 
9. José, primer ministro del faraón


Los hijos de Jacob fueron doce. El menor se llamaba Benjamín. El penúltimo, José. Jacob quería mucho a Benjamín. Pero su favorito era José. Y los demás hermanos envidiaban a José.

José tenía sueños. Sueños que simbolizaban cosas que ocurrirían más adelante.

Una tarde Jacob envió a José para que buscara a sus hermanos, que se habían alejado cuidando la majada. Al verlo aproximarse dijeron los hermanos:

-¡Ahí viene el soñador! Vamos a matarlo y tiraremos su cadáver en un jagüel seco. Después le contaremos a nuestro padre que lo atacó un puma y se lo comió.

-No -opinó Rubén, el hermano mayor, que no era tan malo-. -Mejor lo tiramos vivo al jagüel. Y decía eso porque pensaba sacarlo luego.

Agarraron a José entre todos y lo arrojaron al pozo vacío.

Rubén se fue a dar una vuelta por el campo, para no oír los quejidos de José en el pozo.

Cuando volvió se encontró con que los demás, en su ausencia, habían sacado a José del jagüel vendiéndolo a unos mercachifles que pasaban en viaje hacia Egipto. La cosa no tenía remedio. A Jacob le presentaron el manto de José, manchado con la sangre de un cabrito, y Jacob se creyó que un puma lo había matado. Se largó a llorar desconsoladamente.

También lloraba José al llegar a Egipto. Extrañaba mucho.

Lo condujeron a una feria donde vendían esclavos y allí lo compró un hombre poderoso, llamado Putifar, con perdón de la palabra.

José lo sirvió fielmente y llegó a ser capataz de los servidores de su amo.

Pero la mujer de Putifar, que era de lo que no hay, se propuso engañar a su marido con José. Como José no le llevaba el apunte, ella, despechada, lo denunció falsamente. Putifar, furioso, metió a José en la cárcel.

Ahí interpretó acertadamente los sueños del copero – somelier le dicen los franceses- y del panadero del rey, que también estaban presos.

Una noche, el rey de Egipto –conocido como Faraón- tuvo dos sueños rarísimos.

En uno de ellos vio siete vacas gordas que salían de un río y pastoreaban en la orilla. Después salieron del agua siete vacas flacas y sarnosas que se comieron a las vacas gordas.

En el otro vio siete espigas bien granadas que eran devoradas por otras siete, vacías de granos, apestadas completamente.

El Faraón se asustó por sus sueños y empezó a buscar alguien que supiera interpretarlos. Su copero, que ya andaba suelto, le comunicó la habilidad que tenía José para interpretar sueños y el rey lo mandó llamar.

José le explicó al rey:

-Los dos sueños indican lo mismo. Pronto vendrán siete años de prosperidad y abundancia. Pero después habrá otros siete de miseria. Por la seca se morirán las haciendas y se perderán las cosechas.

-Entonces nos moriremos de hambre -dijo el rey, muy afligido.

-No, don Faraón -contestó José. -Puede usted construir grandes galpones para guardar el trigo en la época buena. Y, cuando llegue la mala, distribuirlo de a poco hasta que mejoren las cosas.

-Está bien -aprobó el rey- Ya que has demostrado ser tan inteligente, te encargarás vos de hacer eso. Para que puedas realizarlo, te nombro Primer Ministro.

Todo sucedió conforme lo había anunciado José. Y nadie pasó hambre gracias a su previsión.

Así, José llegó a ser una persona importantísima en Egipto, apreciado por el Faraón y respetado por la corte y el pueblo.

Era de tardecita cuando llegó a Egipto una caravana para comprar trigo, porque la seca había sido general.

Venían de Canaán y José reconoció a quienes la formaban: se trataba de sus hermanos. Pero ellos no lo reconocieron a José, que se había hecho hombre y andaba vestido de Primer Ministro.

Todos los hermanos venían, menos Benjamín, el menor, que se había quedado en las casas con Jacob.

José, sin darse a conocer, los asustó diciéndoles que sospechaba que debían ser espías y ellos, muertos de miedo, lo negaban y repetían alabanzas a José, que se reía en grande por adentro.

Después les mandó que fueran a buscar a Benjamín.

José tuvo un alegrón cuando vio a Benjamín y les dio un banquete a todos, pero siguió sin identificarse.

Durante el banquete hizo esconder una copa de plata en el equipaje de Benjamín y, cuando la descubrieron, fingió enojarse y ordenó que metieran preso al muchacho.

Los hermanos rogaron y suplicaron por él, jurando que era inocente. José, al verlos tan desesperados comprobó que, con el tiempo, sus hermanos habían mejorado, ablandándoseles el corazón.

Entonces les dijo quién era y aquello fue un jolgorio. Todos se abrazaron, llorando y riéndose al mismo tiempo.

José dispuso que, lo antes posible, le trajeran desde Canaán al viejo Jacob, que se había quedado sólo y con el ánimo por el suelo. Cuando llegó Jacob, la fiesta duró lo menos una semana. Hubo empanadas y asado con cuero, anchuras y pastelitos de dulce, con vino a discreción.

La familia se quedó en Egipto, protegida por José.

Objetivo

Destacar que, como dice el Martín Fierro, los hermanos han de ser unidos, porque ésa es la ley primera. Aunque en realidad no sea la primera.

 

© 2005 - Juan Luis Gallardo- Todos los derechos reservados