Adán y Eva tuvieron dos hijos, a los que llamaron Caín y Abel.
Caín se hizo chacarero, araba la tierra, sembraba y cosechaba trigo, avena, cebada, centeno. Abel fue pastor, criaba ovejas y llegó a tener una buena majada.
Sus padres les habían enseñado que debían adorar a Dios y que una manera de hacerlo era ofrecerle sacrificios.
Caín era mezquino y amarrete. Como sacrificio le ofrecía a Dios espigas cachuzas, plantas comidas por la tucura, granos arruinados por la helada.
Abel en cambio, le ofrecía a Dios lo mejor de su majada: corderos gordos y lanudos, enteramente blancos.
Dios no aceptaba los sacrificios de Caín y recibía con gusto los de Abel. Eso se notaba en que el humo de los sacrificios de Caín se aplastaba contra el suelo y el de los de Abel subía derechito hacia el cielo.
Caín empezó a envidiar a Abel y le tomó una rabia tremenda.
Hasta que un día lo mató a traición.
Dios castigó a Caín por su crimen y éste anduvo errante por el mundo, lleno de rencor.
Adán y Eva tuvieron luego otros hijos e hijas. Uno de ellos se llamó Set.
Objetivo
Destacar que a Dios siempre se le ha de ofrecer lo mejor. En particular lo mejor de uno mismo. Y que tiene derecho a pedir todo de nosotros, pues todo cuanto tenemos lo hemos recibido de sus manos.
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